martes, 19 de julio de 2016

Vacaciones marineras 1

Después del bricolaje y las regatas, hemos llegado a la conclusión de que tiene que haber algo más que hacer con un barco... Y lo hay: irse de vacaciones.
Así que aprovechando una semanita libre en Julio, zarpamos del puerto de Valencia rumbo a fondeos ignotos.
En realidad, nos fuimos de cena la noche del sábado, para celebrar que estábamos de vacaciones, y claro, se nos pasó la mano con éstas:
...así que se nos atrasó la salida al domingo.
Y el domingo, a la hora de almorzar, salimos al mar, con un montón de otros barquitos, para disfrutar del día de navegación.
Aparte de la informalidad de los armadores, que si se van de cena no navegan, el barco es un medio de transporte muy particular. Si el viento sopla muy fuerte en una dirección, más vale hacerle caso, y seguirlo, porque si nos empeñamos en contrariarlo, haremos gasto inútil de gasoil, ceñiremos como locos, para no avanzar ni un palmo, y nos cansaremos sin conseguir nuestro objetivo.
Así que antes de salir vimos el parte meteorológico, lo cotejamos con nuestros deseos, y vimos que hacia el sur podíamos navegar... ¡Moraira allá vamos!
Tres ejemplares de Puma 34 en el puerto de Cullera: el Pairo, el Pekas, y al fondo, el Entre dos azules.
El primer día, como salimos tarde, nos pilló el Garbí en el faro de Cullera, así que, como más vale ir disfrutando de las etapas para saborear el camino, nos metimos en la desembocadura del Júcar, para pasar la primera noche de vacaciones en nuestro puerto de regatas. Al fin y al cabo, las vacaciones son una actitud. Etapa 1, Valencia-Cullera, 15 millas.
El lunes salimos tempranito para proseguir camino al sur; las previsiones eran de un garbí aún más fuerte, que probablemente nos impediría cruzar el cabo de San Antonio (al menos cómodamente). Pues a tragar millas hasta que la ola y el viento nos hacen recalar de nuevo: etapa 2, Cullera-Denia, 25 millas.
Y eso que la travesía empezó tranquila:
Pero cuando el Garbí se une a la influencia del cabo, los rociones empiezan a ser más copiosos, la ola más pesada, y el espigón de Denia está estratégicamente colocado para que cuando estás harto de pegarte con el mar y el viento, te cueles dentro. (Con permiso del Ferry de Baleària, por supuesto...)
Esa tarde, en el puerto, las rachas llegaban a los 27 nudos, el barco se balanceaba en el amarre. A descansar y a reponer fuerzas, la previsión nos da un respiro mañana para cruzar el cabo.
¡Amarrados en Denia!

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