domingo, 10 de abril de 2016

Ruta de la Sal 2016, Transporte de vuelta a casa

Como siempre, falta volver, que la regata esta vez ha acabado a unas buenas setenta millas de casa.
Esta vez toca cruzar el canal, y las previsiones son de viento de poniente, arreciando por la madrugada en la zona del golfo.
Salimos al atardecer del domingo 27 de Marzo, para ver la puesta del sol mas allá de Conejera, cruzándonos en las fotos del Café del Mar.
El islote de Conejera con su faro, a la luz del atardecer. El mar estaba un poco picadito, pero el viento había bajado considerablemente, durante todo el día soplando en el puerto a mas de quince nudos, pensábamos que no nos quería dejar marchar.
Con buen ánimo, afrontamos la travesía, en unas dieciséis horas contábamos con estar en casa, y nuestros amigos del Slainte iban unas diez millas por delante, abriendo camino.
Tomamos dos rizos en la vela mayor; rizos que ya no íbamos a quitar en toda la travesía, y el génova solo un poco desenrollado. Debimos haber puesto el stay de trinqueta y un tormentín, pero todos somos capitanes después de la tormenta...
Enfilamos rumbo directo a Valencia, y nos dispusimos a navegar toda la noche.
Yo me mareé, producto de la comida que habíamos tomado, el café, y el agobio de la travesía que nos esperaba; un pequeño ataque de ansiedad hizo el resto, y vomité por la borda como un marinero novato. He de decir que después me sentía mejor, pero un poco débil, así que me pasé todo el viaje en la cabina, descansando, escuchando la radio y anotando nuestra posición.
Durante toda la noche, escuchamos las llamadas de Ibiza Radio a un velero llamado Tres Hermanos, que no daba respuesta; según los protocolos de salvamento si reciben una llamada de auxilio, deben intentar ponerse en contacto con el velero en apuros.
El viento fue subiendo durante toda la noche, que el Entre dos azules iba remontando a motor y vela, a buena velocidad, pero contra las olas. Veinticinco nudos sostenidos, con rachas de hasta treinta al amanecer. Santi se pasó toda la noche al timón, guiando el barco con rumbo firme a Valencia, y una vez despuntando el alba, me pidió que le sustituyera; debía bajar al baño.
Me abrigué y salí a la bañera, el barco iba bien, pero las olas empezaban a ser incómodas, y el viento iba desviándonos lenta pero inexorablemente hacia el norte. De seguir así, íbamos a terminar en Sagunto.
En el momento en que estábamos los dos fuera, escuchamos la llamada del velero Dragut Dos a Salvamento Marítimo; habían desarbolado a unas ocho millas de nuestra posición, mar adentro, y pedían ayuda. Ya me disponía a bajar para tomar nota de su posición y prestar ayuda y enlace por radio, cuando Salvamento marítimo les contactó, y les pidió cambiar de canal.
Nos mantuvimos a la escucha en el canal 16, por si hubiera una llamada a embarcaciones de la zona, y seguimos nuestra ruta. Dos horas más tarde de su primera llamada un barco de Salvamento Marítimo llegaba a la zona y les pedía que activaran la baliza de localización. Ya no escuchamos nada más por radio, pero días más tarde nos comentaron unos compañeros que al parecer, habían podido llegar por sus propios medios a puerto. Sólo habían roto la mitad de arriba del palo, y habían podido seguir a motor.
Adentrándonos en el Golfo de Valencia, el viento comenzó a subir tanto que las rachas de treinta nudos se estaban convirtiendo en sostenido; a veintidós millas de Valencia decidimos virar al sur. No solo ganábamos tres millas a la costa, que Cullera estaba a diecinueve millas, sino que nos acercábamos a una costa más escarpada, que protege mejor del viento de Poniente. La ola comenzó enseguida a ser más manejable y el viento bajó. El anemómetro ya no pitaba cada dos segundos (tenemos una alarma cuando sube de veintisiete nudos).
Llevábamos recorridas unas cinco millas hacia la protección, cuando el motor se paró.
Como si se hubiese quedado sin gasoil, bajó de revoluciones y se caló.
Enseguida tuvimos la sospecha de por qué; la vida inteligente en el gasoil. Al cambiar de bordo, y con las sacudidas de las olas, todo el lodo que está en el depósito, se había desplazado hacia la parte más baja; donde está la manguera de alimentación al motor, tapándola.
Vaciamos el cofre grande de babor, y Santi se metió a trastear con el depósito. Después de varias manipulaciones, y finalmente soplando con una bomba de pera que tenemos para bombear gasoil, consiguió desatascar la tubería. El lodo sigue dentro del depósito, pero ya no tapa la entrada. Otro punto a revisar después...
Seguimos pues, a vela, ya que el motor no nos da garantías. Primero rumbo a Gandía, y luego enfilamos Cullera. El viento comienza a soplar de la bocana del puerto, como siempre, y cuando llegamos a la protección de la bahía de Cullera, nos cruzamos con tres o cuatro barcos que subían desde Denia a Valencia. Bordeando la costa, con todo el trapo arriba. Y nosotros con dos rizos en la mayor y un tanga en el génova. Debieron pensar que éramos unos exagerados... hasta que se encontraran la chufa frente a Valencia, ya verían, ya...
Tuvimos la duda de si seguirles y volver a Valencia directamente; serían unas tres horas más de travesía y llegaríamos a casa... Pero el fin de semana próximo es la Regata de la Aurora, seguro que no íbamos a volver a Cullera de nuevo después de esta paliza; y veinte minutos a motor frente a tres horas más a vela hicieron la decisión más fácil. Motor y río arriba, a las dos de la tarde del lunes 28, dejábamos el barco amarrado en Cullera.
Las dieciséis horas de travesía iniciales se habían convertido en diecinueve, mucho más duras que la propia Ruta de la Sal. Pero habíamos llegado a casa nosotros y el barco, sin mayor desperfecto. Cansados pero orgullosos de las proezas que estamos logrando a bordo del Entre dos azules, nos fuimos a casa a descansar de tanta aventura.

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