lunes, 4 de abril de 2016

Ruta de la Sal 2016 (parte 2)

Habíamos dejado a Santi navegando hacia el norte, desde Punta Roja en Formentera, hasta el islote de Tagomago al este de Ibiza, mientras yo descansaba en el camarote de proa.
Dormir en un velero tiene su arte, veréis: el barco se mueve como una atracción de feria, con tendencia a mantener una cierta inclinación o escora, y a cabecear con cada ola. Con lo que escoger la banda en la que te echas a dormir es importante; puedes acabar tirado por el suelo.
El camarote de proa tiene la ventaja que la cama va de lado a lado; las posibilidades de rodar al suelo disminuyen; sólo se rueda de lado a lado. Y el cabeceo del barco es más pronunciado. Hay que buscar una solución.
Santi la encontró echándose en diagonal, sujetándose con los pies contra el mamparo, y el cuerpo entre las mantas y almohadones que pueblan el camarote, que aquello parece un nidito. Y se quedó dormido, tanto que para despertarlo a las tres tuve que pegar un buen grito desde la bañera...
Al final, yo me eché a las tres y media y casi se hicieron las cinco para cuando asomé de nuevo al fresquito mañanero.
Ya cerca de Tagomago, amaneció.
Amanecer sobre el Mediterráneo.
El islote de Tagomago, con su faro, asomando entre la bruma matutina.
Al doblar Tagomago, el viento que nos había estado empujando desde el sur, comienza a remolonear. Vamos a entrar en la sombra de la isla, y toca tomar una de esas decisiones estratégicas que te pueden aupar al éxito, o hundirte en a miseria... ¿Nos vamos más a mar para evitar el efecto de los acantilados? ¿Intentamos aprovechar el efecto de la costa? Costa, por otra parte, que no conocemos, así que nos quedamos un poco a medias... No queremos ir mucho a mar, porque el Entre dos azules no es un barco muy rápido, nos puede pillar un cambio de condiciones muy lejos de la ruta, y la previsión es de que el viento baje... vamos a ceñir lo mejor que podamos, y lo mejor que nos deje el viento.
Y en ese momento, el viento decide que se va a poner cabezón, y venir exactamente del punto al que queremos ir. Tardamos más de dos horas en poder dar nuestro paso por el faro de Portinatx, en el cabo Moscarter, donde debíamos avisar a Ibiza Control que seguíamos en Regata, y a partir de ahí, tomar un rumbo suroeste para bajar hacia el cabo Nono y la entrada a la bahía de San Antonio.
Bordo tras bordo, virada tras virada, vamos acercándonos hacia la meta, pero a una velocidad desesperante. Dicen que ceñir es el arte de navegar el doble de distancia, en el triple de tiempo, y cuatro veces más incómodo.
Doy fe.
Trazado en el plotter de la travesía norte de Ibiza... cada bordo era de entre tres y cinco millas.
La regata se estaba alargando; las primeras noventa millas las habíamos recorrido en dieciocho horas, y las últimas treinta nos iban a costar más de diez.
Doblando finalmente el cabo Nono, nos tenemos que adentrar en la bahía de San Antonio, para pasar por la meta que se encuentra frente al cabo Negret. El viento, de nuevo, se vuelve a situar a nuestra proa; nos alejamos un poco de tierra para poder entrar en un solo bordo.
Comienza a nublarse, y el día se vuelve gris plomizo, lo que suele ser señal de bajada de viento. Viramos hacia el cabo Negret, no nos va a dar tiempo a cruzar. Tres barcos bajamos hacia la meta, cada uno con su estrategia, y a todos nos sorprende la caída total del viento a pocos metros de la línea de llegada.
Nosotros conseguimos no parar el barco, tuvimos que volver a virar, y entrar en meta con el último soplido de viento a las 18:52:25 del viernes 25 de marzo.

Clasificaciones de clase Vintage (barcos de más de 40 años); segundo puesto para el Entre dos azules.

Clasificaciones de clase Golf (tripulación reducida y a2); un quinto puesto entre seis barcos.

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