jueves, 31 de marzo de 2016

Ruta de la Sal 2016 (parte 1)

Pues ya estamos en Denia para participar en la regata más populosa del Mediterráneo. Este año unos 87 barcos se dieron cita en Denia para recorrer la versión Este de dicha regata, unos 70 en la versión Norte. Como ya os he hablado en otras ocasiones de la regata no os mareo más con datos históricos, que podéis leer aquí.
La ruta de la Sal se celebra todos los años en Semana Santa, lo que tiene varias ventajas: primero, no hay que pedir días en el trabajo.
Y que siempre, siempre, cae cerca de la luna llena, con lo que la navegación nocturna se hace más luminosa.
Por si no lo sabéis, la Semana Santa se calcula de la siguiente manera: El Domingo de Resurrección es el primer domingo posterior a la primera luna llena tras el equinoccio de Marzo.
Es decir, el Jueves Santo, día de la salida de La Sal, caerá todos los años, como máximo, cuatro días después o tres días antes de la luna llena. Luminosidad total.
El Jueves 24 de Marzo nos aprestamos a tomar la salida en aguas del puerto de Denia:
Saliendo por la bocana, aún a palo seco.
Los 87 barcos en el mar, dirigiéndose ya a Formentera. La salida se tomó a las 14:00.
El viento fresquito nos obliga a ceñir para acercarnos a las Pitiusas, pero las previsiones son de que role hacia el sur, dejándonos navegar con mejor rumbo para pasar por debajo de Formentera.
Lo que tiene salir de Denia: te encuentras con el Ferry de Baleària que vuelve a casa...
Salimos apuntando directamente a San Antonio, y a lo largo de las horas, vamos ajustando el rumbo hasta que nos da suficiente para pasar al sur de Cabo Berbería; el primer faro que vemos al llegar a Formentera.
Doblamos Berbería a la 1:00 de la mañana, habiendo cruzado el canal a la nada despreciable velocidad de seis nudos, que para nuestro Pumita está muy bien. El faro de Berbería nos saluda con su cadencia habitual de dos destellos y quince segundos de oscuridad.
De ahí, nos dirigimos al este para doblar punta Roja, que es uno de los puntos más altos de la isla. El Faro de la Mola no podemos verlo, porque se encuentra detrás del promontorio.
El cruce del canal lo hemos hecho Santi y yo mano a mano, y ahora nos toca descansar un poquito; entre Berbería y Punta Roja, Santi se echa a dormir. El viento sigue fresquito, pero la ola nos entra por la aleta, con lo que es cómodo. El piloto automático del Entre dos azules no funciona nada bien con ola (y sin ella tampoco, para qué nos vamos a engañar....) así que me toca timonear durante su siesta.
Un par de horas más tarde, a la vista ya del faro de la Mola, toca trasluchar para subir hacia el islote de Tagomago, al este de Ibiza. Despierto a Santi para maniobrar, y ahora me toca dormir a mí.

domingo, 6 de marzo de 2016

Preparación del barco (y van...)

En realidad es el cuento de nunca acabar, y con nuestro plan de ir bricoleando sin dejar de navegar, pues será más largo que lo habitual...
Así que lo que hacemos es ir fijándonos metas con fines concretos. En el horizonte cercano se encuentra la Ruta de la Sal, la regata por excelencia del panorama náutico amateur en el Mediterráneo.
Así que toca preparar el barco para las 120 millas de la manga Denia-San Antonio, cruce del canal obliga.
Lo primero: la balsa.
Habíamos pasado la ITB con una balsa de alquiler, porque ahora se permite alquilar una para cuando te alejas más de 12 millas de la costa, que es cuando es obligatoria. Pero echando cuentas, si vamos a cruzar el canal dos o tres veces, en regata y en verano haremos un viajecito... nos iba a salir más caro alquilar que revisar la vetusta balsa del Puma 34... Así que Santi llevó el saco rojo a una empresa en el puerto comercial. Allí la revisan, le sustituyen el sistema de hinchado automático, y el botiquín.
...que lleva un verdadero arsenal de medicinas. Tened en cuenta que la balsa es el último recurso, para caso de hundimiento, y no debe ser agradable. Al menos que no te marees, y que no te duela nada...
Bueno, pues eso ya está, revisado, con medicinas sin caducar, y empacado todo de nuevo en su saco rojo.
Siguiente punto: instrumentación. El anemómetro se negaba a dar señales de vida desde la última vez que me pegué un cabezazo con el portillo de entrada (au!). Así que debe haber un cable suelto, esperemos que en el extremo más cercano a la cubierta, que como haya que subir al palo...
Ha habido suerte, se había soltado un conector en el propio display. Ahora sabemos la velocidad exacta del viento en la punta del palo. (Lo que viene a ser la perilla, vamos).
Otro punto claro. Ahora la sonda.
Cuando compramos el barco, el anterior dueño nos dejó el transductor de la sonda en el extremo de un palo que teníamos que descolgar por la popa... con lo que supone un freno hidrodinámico, aparte de que hay que instalarla y desmontarla cada vez que salimos. Ni que decir tiene que muchas veces hemos salido sin ella, por el rollo que supone amarrar un palo en el extremo de popa del barco, trincarlo bien para que no se suelte... buf. A buscar un sitio. Ya.
El transductor de la sonda busca el fondo del mar por ultrasonidos, como la ecolocalización de los delfines. (Y éste es un transductor de pesca, con lo que es capaz de encontrar peces también).
Una de las ventajas del casco de fibra, es que los ultrasonidos de la sonda pueden atravesarlo, así que no es necesario hacer un agujero en el casco para sacar el transductor fuera. Solo hay que tener una serie de precauciones; que el transductor esté instalado en una zona baja del casco, en perfecto contacto con él, que no haya ni la más mínima burbuja de aire entre el sensor y el casco, y que el propio casco sea homogéneo. Es decir, nada de sándwich.
En nuestro caso se cumplía todo eso en la zona escogida, debajo de los cajones de la cocina. Pero el casco roza los límites máximos de grosor, habrá que ajustar la ganancia de la sonda al máximo para que atraviese todo el espesor de fibra de vidrio que lleva el Puma en la panza... (Es que antes se hacían las cosas de otra manera... no se sabía cuánto aguantaba la fibra, así que laminado a saco...)
Para conseguir un perfecto contacto con la parte interior del casco, se puede utilizar un recipiente con agua que mantenga la continuidad del eco, o resina, o gel... o plastilina. Que es lo que hemos usado en este caso: plastilina amarilla.
¡Y funciona! En el amarre, unos seis metros de profundidad. La temperatura que marca la sonda no es la del agua, evidentemente. Es la temperatura de la plastilina.
Otro punto claro, ahora tenemos medida de profundidad siempre. Que cuando uno lleva una orza de un metro ochenta y cinco suele ser interesante...
Más: avituallamiento de seguridad. Necesitábamos arneses, que para navegar de noche es más que recomendable evitar cualquier tipo de caída. Caída fuera del barco, se entiende. Visita a Accastillage Diffusion, y compra de dos arneses de seguridad.
Hala, ya está.
Aún quedan muchas cosas, y la regata es en quince días... ¡Horror, qué estrés!