domingo, 25 de octubre de 2015

¡A todo trapo!

Este fin de semana ha salido tristón. El sábado poco viento, y mar en calma que hubiera dado para hacer alguna maniobra a motor, y el domingo con ese xirimiri persistente que cala hasta los huesos, viento suave y poca ola. Podríamos haber salido, pero el día invita más a mantita y sofá.
Lo que hemos hecho es sacar -por fin- el spi del Entre dos azules.
Cuando compramos el barco, tenía montado sólo el génova (la vela de proa) enrollada en el stay. La mayor, nos la trajeron, junto con otros sacos que contenían -supuestamente-, un tormentín, una trinqueta y un spi.
En agosto ya comprobamos que la supuesta trinqueta no era tal cosa sino otro tormentín, los izamos en el puerto para ver qué cara tenían:
 Tormentín 1...
...y tormentín 2
Tienen los ollaos un poco oxidados, y habrá que dares un repaso, pero las velas están mas o menos bien. Nos quedaba por revisar el spi, que al ser una vela tan grande, necesitábamos un día de calma para que no se nos volara. Y el día llegó este sábado. Nublado pero aún seco, llevamos el saco del spi al pantalán y lo extendimos en el cemento:
A ver esto cómo va...
¡Hala, un paracaídas!
Pues sí que es grande, sí...
Revisamos toda la vela, que está un poco cochina, y algo mordisqueada en algunos sitios (tiene dos o tres agujeritos que parecen de ratón...). Lo más aparatoso que tiene es un zurcido horrible en el pujamen (la parte de abajo de la vela). Probablemente se rajó mucho alguna vez, y lo reparó alguien con una máquina de coser y poca gracia... Habrá que llevarla también al velero, a ver qué nos dicen.
Otra cosa curiosa, es que tiene las medidas ORC marcadas, en su día esta vela compitió en regatas serias...
Las medidas fueron tomadas en Mayo del 2002, su número de vela es el ESP1458, y las medidas que se reflejan son la longitud del grátil-baluma (de arriba a abajo) SL:13,30m; la longitud del pujamen (a lo ancho, abajo) SF:7,34m; La anchura máxima de la vela SMW:7,82m; y la anchura del punto más alto: HBS:0
Pero la izamos al palo, claro que sí:
¿A que queda aparente?

domingo, 18 de octubre de 2015

Excursion a Benissa

Como  todo no es barquito en esta vida, este sábado hemos ido de excursión por la costa de Benissa, desde Moraira hasta Calpe. La entrada de hoy va a ser fotográfica...
El sol trata de abrirse paso entre la niebla matutina...
 Tempranito por la mañana, cogemos un autobús que nos lleva hasta un tramo de pinares, que constituye la costa de Benissa. Como muchas poblaciones del litoral mediterráneo, su núcleo urbano está alejado del mar, para protegerse de los ataques de los piratas berberiscos.
En una pinada sombría, comienza el camino ecológico que une Benissa con Calpe.
El caminito está marcado con carteles que destacan la riqueza ecológica de la zona.
Esta senda arranca en la cala del Baladrar, y va recorriendo la línea de la costa, pasando por las diferentes calitas que forman este escarpado litoral; la Goleta, la Cala del Advocat, la Cala Llobella, la Cala Fustera, y la Cala dels Pinets.
Al fondo se ve aún el término municipal de Moraira.
El Peñón de Ifach, desde su cara norte.
El sendero, a la orilla del mar. En esta zona, las playas son de cantos rodados.
La costa ofrece curiosos refugios, como estas piscinas naturales en plena roca.
Entre la cala de la Fustera y Els Pinets, nos encontramos con una exposición de arte al aire libre.
La Cala de La Fustera se llama así porque, debido a la orografía y las corrientes, toda la madera de los naufragios (madera; fusta en valenciano) acababa aquí. Y es la única playa de arena de la zona; arena que han traído aquí en camiones, y que se aguanta porque las corrientes no la arrastran fuera debido a un arrecife natural sumergido frente a la cala.
Finalmente, llegamos al pequeño embarcadero de Les Bassetes, con un minúsculo abrigo para una pequeña flota de barcos, un bar y un club de buceo; la costa merece la pena tanto por encima como por debajo del nivel del mar...
El Club Náutico de Les Bassetes.
De ahí fuimos a comer al puerto de Calpe, con su variada oferta de pescado y marisco fresco, y por la tarde, visitamos el casco antiguo de Benissa, repleto de historia.
 Aparte de pasear por el casco antiguo, que tiene muchísimo encanto, tuvimos la suerte de poder visitar una de las casas solariegas del pueblo; la casa de los Cabrera-Abargues. (Los dos calcetines del escudo son en realidad dos abarcas).
 El salón de la planta baja, con una lámpara de dudoso gusto...
 La despensa.
 Una alacena de la cocina.
 El salón azul, donde se hacían los negocios...
Todo el mobiliario es original y está catalogado.
Podéis ver más fotos e información en la Fundación Caixa Carlet, y en su página de Facebook.

lunes, 12 de octubre de 2015

Sistema de refrigeración

En fin, que un sobresalto tras otro, el motor nos va contando sus achaques. Y el último no ha sido grave, pero nos ha delatado como armadores novatos.
El sistema de refrigeración de un motor marino es un punto débil más del que preocuparse. Básicamente, el motor se refrigera como cualquier motor de compresión normal; hay un circuito cerrado de agua dulce (o anticongelante), que circula por dentro del motor, refrigerando las camisas de los pistones. Este agua extrae el calor del motor, y se la lleva fuera. Y donde los motores terrestres tienen un radiador que enfría el agua mediante circulación de aire, el motor marino tiene un intercambiador de agua, que enfría el agua dulce haciéndola circular junto a un flujo continuo de agua salada.
Lo que quiere decir que tenemos otro circuito de agua paralelo en nuestro motor; una bomba de rodete toma agua del mar, la hace pasar por un filtro, y por un intercambiador (que no es más que un montón de tubitos que hacen circular ambas corrientes de agua para que haya un intercambio de calor sin que se mezclen las aguas); y de ahí, al escape y al mar de nuevo. Por eso los barcos echan agua por el tubo de escape; es agua de la refrigeración externa del motor. No está contaminada porque no entra al motor; sólo está un poco más calentita.
Entonces, tenemos un gran abanico más de posibles culpables:
- La entrada de agua de mar, puede estar obturada.
- El filtro de agua de mar, puede estar sucio.
- La bomba de rodete puede estar rota.
- El intercambiador de calor puede estar roto.
- El termostato del circuito de agua dulce puede estar averiado.
- Puede haber alguna avería en el bloque motor, que no permite refrigerar al agua (fallo en las juntas, contaminación del aceite, etc...)
Es decir, que puede ser desde una tontería, hasta tener que plantearnos cambiar el motor entero...
En fin. El aceite no está lechoso, así que no hay que preocuparse (de momento) por una posible avería grave en el bloque motor. Vamos a probar las posibilidades desde la más fácil.
Santi se volvió a tirar al agua una vez más, para ver cómo está la entrada de agua salada bajo el casco.
Ya os comenté en otra ocasión que el casco del barco está lleno de agujeros... la entrada de agua de refrigeración al motor es uno de los más importantes. No por el diámetro, porque no es muy grande, sino por su función. En el exterior tiene una rejilla que lo protege, no es un agujero sin más:
Este es un pasacascos típico de refrigeración de motor; el del Entre dos azules está un poquito más sucio (y montado, va cabeza abajo...)
Esta rejilla está para evitar que el circuito trague algo que no pueda digerir; algún trozo de plástico, o algo así. Eso taparía de golpe la entrada de agua salada al intercambiador y nos detendría en seco la refrigeración.
Pero esa rejilla sirve de también de refugio a un montón de caracolillo, lapas, algas, y demás vida submarina que puebla el casco de un barco. ¡Dónde van a estar más a gusto! Un sitio sombreado, protegido de depredadores, con un flujo de agua que les trae la comida prácticamente a la boca, cuando el motor está en marcha...
Así que esta semana hemos desalojado una familia de lapas que estaba tomando la rejilla al asalto... Santi la limpió un poco el martes, y yo he rematado la limpieza hoy (Solo hay fotos de hoy, porque el martes Santi estaba solo... Tenemos que comprarnos una Go-Pro sumergible...)
Ahí estoy yo; pañuelito en la cabeza, neopreno y aletas... ¡A limpiar!
El extremo de fuera del circuito está limpio; ahora a ver el filtro de agua salada del interior. Junto al motor, hay un filtro que nos quedó sin revisar cuando Santi hizo el mantenimiento del motor:
Exactamente; ahí a la izquierda, donde dice "filtro agua salada"
Estaba bastante cochino, si señor...
Entonces, al haber mejorado la entrada de agua salada, tenemos que probar si hemos mejorado la refrigeración del motor, para no seguir más allá en la lista...
Arrancamos el motor, con el circuito de agua dulce relleno y limpio, y el circuito de agua salada libre de bichos... la temperatura no sube de 70 grados, aun dándole caña al motor.
Aprovechamos para calibrar el cuentarrevoluciones del motor, midiendo directamente las vueltas que da el cigüeñal con la app Strobe light tachometer, una de esas raras aplicaciones de móvil que tienen utilidad verdadera...
En fin, que todo marcha de nuevo, y nos da un trabajo...
¡A navegar!

miércoles, 7 de octubre de 2015

Emociones, parte II

Ya habíamos conseguido salir de la encalmada en la que nos dejó la avería del motor, junto al faro de Cullera. Ahora sólo nos quedan unas quince millas hasta la bocana del puerto de Valencia, y una previsión de viento flojo, que, de momento se va cumpliendo.
Afortunadamente, el viento es de través, cómodo para navegar, pero el viento es taaaan leve, que el génova se hincha como con desgana...
El primer tramo del viaje de vuelta, lo hacemos con el viento de tierra que iba a soplar por la mañana, rolando ligeramente al sur. Como el viento en popa no suele ser precisamente cómodo en los barcos con aparejo Sloop, negociamos el rumbo para que el viento nos entre por la aleta de babor (atrás, a la izquierda). Intentamos poner unas orejas de burro, pero con tan poca presión de viento, el génova enorme que lleva el Entre dos azules no termina de desplegarse como toca...
¡Ábrete Sésamo! Nada, que le cuesta... No podemos navegar con este viento en popa.
El viento predominante en la costa Valenciana, es el Garbí, un viento térmico que se forma al calentar el sol; la tierra se calienta más rápidamente que el mar; el aire caliente sube, dejando sitio libre que se llena con aire del mar. Debido a la configuración de la costa, es un viento del este, con componente sur, y va siguiendo el recorrido del sol. (La denominación del viento es muy local, y depende de muchos factores, entre ellos la orografía de la costa; no me vengáis con que en vuestro pueblo el Garbí sopla del oeste; ya lo sé, y puede ser).
El viento que tenemos para navegar es un viento del suroeste, que se mantiene ligeramente estable mientras no caliente el sol; mientras no arranque el Garbí.
Avanzamos durante unas tres horas, hasta que el viento, rolón e inestable, vuelve a caer del todo. La bruma se ha disipado, luce el sol y las corrientes térmicas pugnan por dominar la costa. Pero mientras el Garbí no se establece, otra vez calma chicha.
Frente al parque natural de El Saler, a las cuatro de la tarde.
Me bajo a la cabina, voy a ver qué pasa con el motor. Santi no quiere ni oír hablar de eso, le ha cogido manía al pobre, pero a mí me puede la parte mecánica, y quiero saber si se ha roto un poco sólo o si se ha muerto del todo...
Además, si probamos a arrancarlo, y funciona, puede que tengamos un plan "C".
Si no funciona, ya sabemos que dependemos exclusivamente de que alguien nos de remolque, si no sube el viento.
El tapón del vaso de expansión había saltado, aunque Santi lo había recuperado. El agua de refrigeración está muy sucia, y ha pringado todo el compartimento del motor. Coloco el tapón en su sitio, y hago una inspección visual de todo el motor. Parece que nada más se haya dañado, no hay fugas de aceite, y no se aprecia nada inusual en las juntas. Como apagamos el motor a tiempo, no tiene por qué haber pasado nada grave.
Conecto la batería de arranque, cruzo los dedos, y giro la llave. ¡Brrruuummm! ¡Arrancó!
Acelero un poquito; 1500 vueltas, velocidad; no llega a tres nudos. Temperatura, 80 grados y subiendo. En tres minutos sube a noventa, y no para... Lo apago de nuevo. La prueba ha salido bien, el motor funciona, arranca a la primera, sólo que no se refrigera. Tendremos que entrar a puerto a vela (si al viento le da la gana...) y, posiblemente, no tengamos que pedir remolque; calculo que tenemos motor para cinco minutos.
Nuestros compañeros del Llevant Blau han salido de Cullera, después de ganar la regata, y vienen también a puerto, nos mantenemos en contacto por si nos tienen que remolcar por la bocana.
A las cinco, el viento sur arranca alegre, empujado por los efectos térmicos del sol; tenemos casi diez nuditos de viento, que nos empujan justo por la popa, hacia la bocana del puerto de Valencia.
Otra vez a orejas de burro. Aprovechamos para merendar, ¿una manzanita?
El viento esta vez es algo más fuerte, y empuja las velas con ganas; es fácil mantener las orejas de burro (eso, y que le hemos puesto una retenida a la botavara). Como la presión del viento es suficiente para que el génova se hinche, el barco va perfectamente equilibrado con el viento en popa, y el patrón puede llevar el timón la mar de relajado.
Aquí se patronea con los pies...
El viento va subiendo y nos lleva raudos como flechas a través de la zona de fondeo de los mercantes. Llegamos a navegar a casi cinco nudos; no sólo vamos a entrar a vela al puerto, sino que vamos a tener que recoger trapo, ¡si no queremos que nos multen por exceso de velocidad!
El fondeo de los cargueros, frente a la bocana del puerto. Nos quedan un par de millas a casa.
El viento esta vez es constante y firme, no vamos a tener dificultades en entrar al puerto aunque está anocheciendo, vamos a llegar justitos (de noche, el viento térmico se suele parar...). Me pongo yo a la caña y Santi a la maniobra. Aclaramos todos los cabos, bajamos las defensas, sacamos la radio portátil, y enfilamos la bocana.
El peor momento para quedarse al garete es en la bocana de un puerto, porque, aunque estás a punto de llegar al refugio, suele ser una zona protegida de vientos, y rodeada de piedras; las escolleras.
Afortunadamente, las condiciones que nos encontramos son buenas, el viento sigue soplando bastante, y en la dársena exterior del puerto se puede navegar a vela.
Arriamos la mayor en cuanto entramos al puerto, y reducimos el génova un poco, enrollándolo. Una vez dentro del puerto, tenemos muchas oportunidades de amarrarnos, en cualquier amarre que nos venga bien podemos acercar el barco y atracar, para pedir remolque con tranquilidad. Pero nosotros contamos con nuestro plan "C", que es arrancar el motor para hacer los últimos metros hasta nuestro propio amarre.
A vela llegamos hasta la gasolinera, y desde ahí a nuestro amarre, es contra el viento, con lo que navegar dentro del puerto se nos hace más difícil. Santi arranca el motor, y me dice ¡Todo tuyo! Acelero un poquito, y llevo el Entre dos azules hasta su amarre en menos de cinco minutos. Nada de maniobras, atraque en punta, y el tramo final con el impulso. En cuanto Santi salta a tierra y me hace firme una amarra, apago el motor. ¡Prueba superada!
El Entre dos azules de nuevo en casa.
Amarrar el resto de cabos, a proa y a popa, para asegurar el barco, adujar y estibar todo a bordo para dejar el barco bonito, y bajar a tierra para tomarnos un Gin-Tonic en el Rincón del Marinero. Son las ocho y cuarto de la tarde; hemos pasado doce horas en el mar para recorrer quince millas de ida y quince de vuelta, y hemos aprendido un montón de cosas nuevas.
La invención es hija de la necesidad, dicen, y es cierto. En cuanto necesitas hacer algo, se te ocurre cómo, en cualquier situación.
Y de nuevo, el barquito decide cuál va a ser la próxima reparación: Sistema de refrigeración.

domingo, 4 de octubre de 2015

Comienzan las aventuras... y las emociones!!!

Esta semana ha venido cargadita de noticias; primero, el martes nos firmaron por fin la Inspección Técnica de Buques (ITB), con lo que el Certificado de Navegabilidad de nuestro barco es válido de nuevo por un período de cinco años más... (Si no, de qué iba tanto bricoleo en este blog, si nos hemos comprado un barco es para navegar, ¿no?) Pues desde el martes podemos volverlo a hacer con todos los papeles en regla...
Así que el sábado hay que estrenar la temporada de regatas del Entre dos azules.
Tempranito, saliendo del Club Náutico de Valencia.
Regata El Faro de Cullera, ¡allá vamos!
Ya hay tráfico a las ocho de la mañana...
Calculando nuestra velocidad y la distancia a la Bahía de Cullera, el GPS nos da una hora estimada de llegada de las 11:00 al faro... muy justito para llegar a la reunión de patrones, ya veremos si tenemos que pedir las instrucciones por radio desde el campo de regatas, sin llegar a entrar al puerto.
Por la mañana, con una ligera bruma que apenas disipa el sol, no hay casi nada de viento, con lo que dependemos del propulsor auxiliar de la nave: el motor diesel.
Tranquilitos, a cinco nudos de velocidad, vamos tragando millas hacia el sur, rumbo al faro de Cullera. El poco viento que sopla viene de tierra, con lo que nos apoyamos ligeramente en las velas para avanzar. Llegando ya al cabo del faro, al abrigo de la montaña de Cullera el viento cae y desaparece. Vemos a nuestra popa el velero de nuestro antiguo club de regatas, el Llevant Blau.
¿Será posible que nos alcancen? Antes de llegar al faro, ¡Jamás!
Y le damos un poquito más de caña al motor. Llevamos vigilando la temperatura desde Valencia, la refrigeración es un punto débil en los motores marinos, y en un barco viejo hay que andar con muchos ojos...
Pues la exigencia extra que le pedimos al motorcito es demasiado. ¡Pof! un ruido extraño bajo cubierta, Santi se asoma y ve que la escalera (la tapa del motor) está toda mojada. Bajamos revoluciones, y ponemos rumbo al mar, para alejarnos del faro lo más posible, pero el daño ya está hecho. La tapa del vaso de expansión del motor ha saltado, el agua del refrigerador está hirviendo. Salta la alarma de temperatura: apagamos el motor.
Pasadas las diez y media de la mañana, después de casi tres horas de viaje y a la vista del faro de Cullera, nos quedamos sin motor.
Llamo al Llevant Blau, que nos están adelantando en ese momento.
- Que nos hemos quedado sin motor...
- ¿Pero a vela podéis navegar?
- Hombre, velas tenemos, pero en este momento, el viento no está por la labor... - El anemómetro marca 0,0.
- Nosotros no os podemos remolcar. ¿El fondeo os funciona?
- Sí - repliqué - No os preocupéis por nosotros, el viento es suave, estamos suficientemente lejos de la costa, y el fondeo nos funciona, si las cosas se ponen feas, echamos el ancla y así no varamos en la playa... Las previsiones son de viento sur, así que en cuanto sople algo, ponemos rumbo a casa.
- Nos mantenemos en contacto, cualquier cosa, nos llamáis.
- OK
El plan ya está decidido, y tener a alguien que sepa de nuestra situación es un alivio extra. Sólo queda esperar que el viento se decida, y cazar velas.
El problema con un barco velero es que si no hay viento, no hay gobierno, el barco se queda flotando como un corcho, y las pocas olas que hay, nos van dando vueltas lentamente. Nos tumbamos en la bañera a esperar. De vez en cuando, levantamos la cabeza. Ahora apuntamos al faro, ahora apuntamos al mar, siento una levísima brisa en las orejas... Salto al timón.
El barco parece que quiere avanzar un poco... poquísimo. Falsa alarma. De nuevo a esperar.
El viento es tan leve, que las volutas de humo que vemos de gente que está haciéndose barbacoas en la costa, suben prácticamente verticales.
Barbacoas... ñam... Aprovechamos para comernos los sándwiches, no creo que tengamos que racionar la comida. Tenemos patatas fritas y frutos secos en la despensa...
¡Adiós, Cullera Adiós!
A las 12:30, con unas pequeñas rachas que nos consiguen sacar de la sombra de la montaña de Cullera, comenzamos a navegar. El viento sigue siendo de tierra, acompañado por unos chubascos que hacen la travesía más divertida; probamos la función paraguas del bimini...
¡A todo trapo!
Y comenzamos a tragar millas en dirección contraria, rumbo N, el que nos deja el poco viento que sopla.