domingo, 27 de diciembre de 2015

¡Feliz solsticio de invierno!

Esta entrada viene a ser una de ésas de divulgación, así que si no quieres aprender, no sigas leyendo. (Para que luego digan que no aviso). También intentaré que no sea un tostón (para los que siguen leyendo por aquí).
Casi todo el mundo sabe qué son las estaciones, y, más o menos, a qué son debidas, ¿verdad? Pues entonces no os voy a contar nada que no sepáis ya, pero lo voy a ilustrar, para que se os quede.
Las estaciones astronómicas, que cada vez tienen menos que ver con las climáticas, se suceden entre los llamados solsticios y equinoccios; lo que quiere decir, literalmente, extremos del sol, y noches equivalentes (al día, se entiende).
La órbita terrestre es una elipse de radio medio 149.60 millones de Kilómetros, y una excentricidad de 0.0126. Todos los datos están en la Wikipedia (artículo en inglés; lamentablemente, el artículo en español no es tan extenso).
Lo que quiere decir que no os imaginéis una elipse muy exagerada; es casi una circunferencia; ¿qué son cinco milloncejos de Kilómetros de diferencia entre ciento cincuenta?
La diferencia, entonces, no está en la distancia al sol. Observemos la inclinación del eje de rotación de la tierra; 23º27' de inclinación, para ser exactos.
Los solsticios de verano y de invierno se dan cuando la inclinación de dicho eje coincide con la dirección hacia el sol. En el solsticio de invierno en el hemisferio norte, cerca del 21 de Diciembre, (solsticio de verano en el hemisferio sur) la tierra tiene el polo norte apuntando hacia afuera de la órbita, lo que quiere decir que todo el territorio al norte del círculo polar ártico está a oscuras. No sale el sol durante seis meses en el Ártico. Afortunadamente para la Antártida, allí es de día. Todo el día. Durante seis meses. Vaya insomnio, ¿no?
En el lado opuesto de la órbita encontramos el solsticio de verano en el hemisferio norte; de invierno en el hemisferio sur, alrededor del 21 de Junio. Lo mismo pero al revés, el polo norte apunta claramente hacia adentro de la órbita, y esta vez son los osos polares quienes no pueden pegar ojo, mientras que los pingüinos están apiñados en grandes manadas para no congelarse en la noche antártica.
Este movimiento tiene relación directa con los paralelos que nos hicieron aprender en la escuela; veréis:
En esta imagen, que he sacado de aquí, vemos los meridianos, que dividen la tierra en mitades iguales, pasando por los polos (como los gajos de una naranja, vaya), y los paralelos, todos ellos curvas imaginarias que nos sirven para situarnos en la superficie terrestre. (Ya os expliqué algo sobre navegación y derrotas ortodrómicas hace años en este blog).
De esos paralelos había dos que nos teníamos que aprender de memorieta, y que eran un peñazo, porque, al menos a mí, no me explicaron para qué servían.
Tendemos a pensar que el único punto donde el sol cae a plomo sobre la tierra es el ecuador, ¿verdad? Pues, debido a la famosa inclinación del eje terrestre, eso no es cierto, salvo en los equinoccios. Cuando nos acercamos a Diciembre, la línea de incidencia de los rayos del sol se va moviendo hacia el sur, hasta que alrededor del día 21, el sol cae directamente sobre el trópico de Capricornio, dejándote sin sombra, si da la casualidad que pasas por allí. En Junio pasa lo mismo, pero en el trópico de Cáncer, a 23º27' de latitud norte... ¡Exactamente lo mismo que la inclinación del eje de la tierra! ¿Casualidad? No: Geometría.
Y, por último, una curiosidad más de la órbita terrestre: Los solsticios no caen exactamente en los extremos de la elipse; como se puede observar en esta imagen de la Wikipedia (ojo, la escala está exagerada, ya os he comentado que la diferencia entre el perihelio -punto de la órbita más cercano al sol- y el afelio -punto de la órbita más alejado- no es tan grande, a escala)

Lo que podemos deducir de esta imagen (aparte de que esto explica el analema, o trazado del sol para la corrección de la hora en los relojes solares; ved un curioso ejemplo aquí,  By Rob Cook (Created by uploader (author).) [Public domain], via Wikimedia Commons), es que el invierno boreal, que va desde el 21 de Diciembre al 21 de Marzo es dos días más corto que el invierno austral, que va desde el 21 de Junio al 23 de septiembre. He aquí la última explicación: el equinoccio de septiembre llega dos días más tarde (otra de esas fechas arbitrarias que nos hacían aprender en la escuela) porque la tierra está dando la curva más larga de su órbita.

viernes, 18 de diciembre de 2015

VIII regata de cruceros Playa de San Antonio - Regata

Doce de Diciembre, Cullera.
El día amanece tristón y gris, sin ganas de sol. En realidad invita a quedarse en la camita, con una taza de chocolate caliente, y un periódico. Pero tenemos el barco en Cullera. Y la última regata del año por disputar.
En la reunión de patrones nos explican el recorrido: un triángulo pequeñito, de una milla y media de longitud, que deberíamos recorrer tres veces. ¡Tres vueltas! ¡Me voy a perder en la segunda!
Al principio, el viento sopla de poniente, y el campo de regatas se modifica para que tengamos que ceñir al menos en una parte del recorrido. Así que salimos en regata, desde la boya de mar adentro, ciñendo hacia la Peñeta del moro, para luego ir de través hacia el Hotel Sicania, y volver a la boya de mar adentro, donde espera el comité de regatas. Eso tres veces.
La primera vuelta, con el viento de tierra, se hace larguísima, y conseguimos terminarla en una hora y media. luego, como estaba previsto, el viento rola hacia Norte, con lo que el tramo de ceñida es ahora el de la Peñeta del moro hacia el Hotel Sicania.
Nuestros amigos del Llevant Blau Regata ya están dando la cuarta vuelta cuando nosotros comenzamos la segunda; pero ellos corren en otra liga...
Después del role de viento, el cielo se encapota, con lo que el viento baja una barbaridad. La segunda vuelta la hacemos en algo más de una hora, pero cuando enfilamos la tercera, el mar se alisa hasta convertirse en una balsa de aceite.
La boya ya estaba deshinchada, ¿eh? que nosotros no la hemos tocado todavía...
Al virar esta boya (en esta ocasión las dejamos todas por estribor) el viento cae ya del todo, y las velas nos quedan colgando como mocos. Estamos virtualmente parados. Si hubiera sido veranito, me hubiera tirado al agua para darme un chapuzón. Pero es Diciembre. Y no apetece.
Así que sólo queda una: coger la radio y comunicar al comité de regatas que el Entre dos azules se retira de la competición.
Es una decisión difícil, porque siempre te queda la duda de si hubiéramos podido salir de la encalmada y retomar el rumbo; pero al ser una regata tan corta, y la encalmada tan grande, no merecía la pena comerse el coco. Además, estaban esperando en el muelle sur con el arroz al horno de despedida del año, y la entrega de trofeos de la liga... Motor y a casa.
El Entre dos azules, en la clasificación; fuimos los últimos en retirarnos... 

sábado, 12 de diciembre de 2015

VIII regata de cruceros Playa de San Antonio - Transporte

Como cada principio de mes (un poco más tarde en Diciembre, por el puente de la Constitución), hay regata en Cullera. Y allá que vamos con el Entre dos azules.
Aprovechamos el puente para hacer el transporte, que madrugar el sábado está muy visto.
El martes 8 de Diciembre, salimos tranquilitos, a motor, tragando las quince millas que separan Valencia de Cullera, un camino que el piloto automático debería saberse de memoria... Por cierto, vamos a aprovechar para calibrarlo, que vemos que tiene una querencia a desviarse un poco fastidiosa. El día es perfecto para ello.
Pulsamos la combinación de botones correspondiente, las lucecitas del piloto comienzan a parpadear, y hacemos un gran giro con el barco; una vuelta y cuarto en dos minutos. ¡Piii!
El autopiloto nos informa que está calibrado; ponemos rumbo a Cullera, y lo engranamos. Parece que va bien, vamos a almorzar.
Justo estamos sentados en la bañera, con el bocata en una mano, una cerveza en la otra, disfrutando de la navegación automática, cuando el piloto decide que no es a Cullera a donde quiere ir, que mejor Mallorca. Y mete toda la pala del timón a babor. ¡Toma virada!
Casi perdemos la cerveza, uno de los bocatas salió rodando, por las prisas de saltar detrás de la rueda y soltar el piloto automático. Nos toca llevar el barco a mano... y otra cosa que revisar. En fin, la lista de cosas por hacer va creciendo día a día.
Menos mal que la rueda se puede llevar hasta con los pies, que si no, nos quedamos sin almuerzo. El camino, no por conocido se hace aburrido; esta vez fueron grandes bandadas de gaviotas y golondrinas de mar las que nos rodean a nuestra llegada al faro.
Tres horitas después, el Entre dos azules queda amarrado en el Club Náutico de Cullera, esperando la regata del sábado.
¡Ánimo que esta semana tiene sólo tres días!

domingo, 15 de noviembre de 2015

Vuelta nocturna a casa...

Hasta ahora nos ha salido todo a pedir de boca; de nuestra lista de objetivos mínimos para una regata se han cumplido todos:

  • Salir del náutico de Valencia: ✓
  • Llegar al náutico de Cullera: ✓
  • Tomar la salida en regata: ✓
  • Terminar la regata: ✓
  • No llegar los últimos: ✓

Vamos bien... Sólo que se nos ha olvidado la vuelta.
Ahora en invierno, los días son tan cortitos, que cualquier salida en barco un poco intensa, como ésta nos ocupa todas las horas de luz; y aunque habíamos salido tempranito, la regata y la paella nos han consumido el día.
Un arroz del senyoret estupendo, la puesta de sol mereció la pena...
Después de comer, con el sol poniéndose al otro lado del Júcar, y de un ratito de tertulia con los compañeros del Constancia, nos vamos al barco a deliberar. Podemos dejar el Entre dos azules en Cullera y volver a buscarlo mañana, o podemos salir y navegar las quince millas a Valencia de noche.
Como queremos tener el domingo libre, nos decidimos y salimos a navegar. Total, son tres horitas y media, es como ir de Valencia a Madrid en coche...
Con buen ánimo y noche cerrada, nos preparamos para salir.
Enfilamos de nuevo la desembocadura del Júcar, y salimos del puerto. En la bocana nos esperaba la draga, trabajando de noche. Salimos junto al faro de estribor, con las potentes luces de la dragadora iluminando la desembocadura, y nos adentramos en la bahía de Cullera, rumbo al faro.
La noche es tan clara, que las luces de Valencia se distinguen desde la playa del Dosel. Ponemos rumbo a las luces del puerto, y a motor, con la mayor izada, vamos tragando millas poquito a poco junto a la costa. El GPS nos indica que vamos a llegar a las 22:45, hay que intentar no pasar frío, y navegar disfrutando de la noche.
La navegación nocturna tiene su atractivo, al menos para mí... Ver las estrellas en todo su esplendor (Santi vio hasta alguna estrella fugaz), por ejemplo, es uno de ellos.
La costa está tan iluminada, que hay que agacharse por la borda para ver el plancton bioluminiscente que se enciende al paso del barco. En la ola que genera el casco y en la estela de la hélice pueden verse pequeñas chispitas de luz azul, de diminutos animales, que al verse sacudidos, nos muestran su enfado.
Por la noche también es posible ver muchos animales; los delfines son cazadores crepusculares, y los hemos visto rodear el barco, aunque no en esta ocasión.
También ha saltado a bordo alguna vez un pez volador despistado, huyendo de los depredadores nocturnos. La noche hoy está tranquila y no tenemos visitas inesperadas.
El mayor problema de navegar de noche es que es muy fácil quedarse frío. En realidad en cubierta debe estar solamente la tripulación de guardia, y el resto, bajarse a la cabina a descansar, porque una de las consecuencias de quedarse adormilado con la humedad y el frío de la noche es que se te revuelven las tripas, y es una situación desagradable. Es preferible bajar y tumbarse en una litera, bien arropado, sobre todo en las noches tranquilas en que no es necesario hacer mucho.
Puntuales, como había predicho el GPS, llegamos al Náutico de Valencia a las once menos cuarto; el agua en el interior del puerto está tan calma que parece un espejo, y las maniobras, con los barcos amarrados en los pantalanes y sus reflejos tan nítidos parecen algo sacado de un cuento de Lewis Carroll.
Pedimos ayuda a un marinero, mas que nada porque veníamos tan cansados que nadie quería saltar a tierra, aunque con el agua tan tranquila casi no hizo falta. Amarrar el barco, adujar todo a bordo, recoger las cosas y volver a casa en coche. Agotados pero satisfechos, terminamos nuestro día de regatas en Cullera.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La crisis de la boya

Estamos en el Club náutico de Cullera para participar en el VIII trofeo Torre del Marenyet, que se celebra el 7 de Noviembre de 2015. Desde que tenemos el Entre dos azules, hemos intentado participar en las regatas de Cullera, con poca suerte de momento... Parece que esta vez, va la vencida.
Hemos conseguido llegar hasta aquí a tiempo para la reunión de patrones, lo que ya es un hito en nuestra lista...
Reunión de patrones en el muelle sur.
Después de la reunión, y con las instrucciones de regata bajo el brazo, abordamos el Entre dos azules y salimos del puerto, rumbo a la bahía, y a la zona de salida.
Descendiendo el Júcar, con toda la flota detrás.
El procedimiento de salida está previsto a las 12:30, y en Cullera el horario se respeta... si no, no llegamos a la paella. La flota va evolucionando cerca de la línea de salida, nueve barcos en Clase Regata, seis en Clase Club.
Antes del procedimiento de salida, los barcos remolonean por ahí, subiendo velas...
El comité inicia la rueda de reconocimiento, nombrando a cada barco por radio para comprobar que estamos en regata, como pasar lista en clase. Basta contestar "En Regata", y te chequean en la lista. El que no contesta, no participa.
La flota, en regata.
Al tomar la salida, todos los barcos se apelotonan junto a la boya, nosotros nos mantenemos un poco más apartados, hacia el barco comité, y tomamos la salida más a tierra, con una clara desventaja frente a los demás; el viento viene del mar, y nosotros estamos más abajo. Nos toca ceñir.
Afortunadamente, el Puma es un gran ceñidor, y los años en el club de regatas nos han servido para aprender una cosa o dos. Hemos hecho una mala salida, y no sólo debemos navegar tres millas hacia la boya, sino también ganar barlovento. Entre el Trimmer (Santi) y el Timonel (yo), ajustamos las velas y el rumbo para que el Entre dos azules vaya avanzando lo más ajustado al viento posible. Arribando un poco para ganar velocidad, orzando con cuidado hasta el límite, hasta que el trimmer me advierte que la vela pierde sustentación, y vuelta a empezar. El viento es flojo, y el barco está sucio, pero vamos ganando gradito a gradito, y conseguimos acercarnos a la flota.
¡Los tenemos ya a mano!
De salir los últimos, hemos conseguido adelantar al Aquari, al La Salada y al Athenea, a los que incluso dejamos por sotavento. El Constancia nos mantiene el pulso, pero es que lleva unas velas impresionantes, y es difícil de batir, aparte de que lleva ganado el barlovento, va muy por delante de nosotros.
Llegamos a la altura de la boya, unos doscientos metros más hacia la playa; toca virar y acercarnos a ella navegando por el otro costado. Vemos virar al Constancia, y tomar la boya con margen, no estoy segura de que nosotros podamos, el trimmer me anima, cuento hasta diez, y viro...
Hay que dejar la boya por babor, y vamos muy justitos con este poquito viento.
¡Demasiado pronto! El viento me abate hacia la boya, no vamos a conseguir dejarla por babor, y ya no hay distancia para jugar como hemos hecho en la ceñida hasta aquí. Por dos veces, el barco se me aproa, no consigo sacarle velocidad y me ofusco en pasar la boya; no lo estoy haciendo muy bien. Otra virada más, el Atenea y el La Salada toman la boya y se van, como he tenido que virar, debo dejarles paso; hasta el Aquari nos adelanta. Buf, con lo bien que nos había salido hasta ahora... otra vez estamos los últimos. A la tercera, va la vencida, aunque la pasamos justito...
 
¡Aparta, aparta! Doblamos la boya los últimos de la flota, queríamos llevárnosla de recuerdo...
En fin, comienzan las tres millas de sotavento, esta vez el viento nos empuja por la aleta de estribor, y la velocidad del barco es desesperadamente lenta. Toda los barcos navegan con velas de proa, spinnakers, gennakers, algún código cero... Sólo el Aquari y nosotros tenemos únicamente el génova, la flota nos deja atrás sin remedio. De nuevo la pelea, metro a metro, adelantando otra vez al Aquari antes de llegar a la Penyeta del Moro, donde se sitúa la tercera boya. Esta no la podemos pasar rozando, que es una piedra...
La Penyeta del Moro, esta vez le dejamos distancia de respeto...
Doblar la Penyeta, nueva ceñida hasta la puerta de salida, donde la flota de clase Club termina el recorrido. Algunos barcos de la clase Regata ya han cruzado la meta, después de haber dado casi dos vueltas al campo de regatas.
El barco comité; ya casi estamos.
Nuestra grumete-fotógrafa-operador de radio en ratos libres, anuncia nuestro nombre al comité, para que tomen el tiempo de llegada, y nos vamos al puerto. ¡Nos hemos ganado la paella!
Después de 9254 segundos en regata, (2 horas, 34 minutos y 14 segundos), llegamos en un 14º puesto, justo por delante del Aquari. Vamos a comer al restaurante del náutico, hay que reponer fuerzas para el viaje de vuelta.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Madrugón en el náutico...

El título de esta entrada se justifica con esta foto:
Amanecer. Las siete de la mañana, saliendo del puerto.
Ya es principio de mes, otra vez hay regata en Cullera; hay que recorrer las quince millas que nos separan de la bahía cullerense antes de las once de la mañana, para participar en el VIII trofeo Torre del Marenyet. Esta vez nos acompaña nuestra buena amiga Raquel, que hace las veces de fotógrafa, con lo que esta regata va a quedar más que documentada.
Madrugamos muchísimo, para hacer el viaje tranquilos, y llegar de sobra. El mar nos espera con una superficie lisa como un plato, poco viento, y de tierra; navegamos las primeras millas a motor, con la vela mayor izada para equilibrar el barco.
El sol asoma tímidamente...
El viento fue alegrándose a medida que amanecía, y hacia las ocho de la mañana, con el génova también desenrollado, pudimos apagar el motor y navegar a vela.
La tripulación al completo.
Al ser viento de tierra, aparte de un poco racheado, nos arrastra los olores de la costa; desde el "aroma" de la depuradora de Pinedo, pasando por los croissants tostados del Parador del Saler y un olor chungo a quemado de una rastrojera en el Mareny... mirando atrás podíamos distinguir la nube negra que habíamos atravesado.
Bruma-humo...
A las diez de la mañana, doblamos el cabo del faro de Cullera.
El faro y las urbanizaciones del cabo.
A sotavento de la montañita de Cullera, el viento cae del todo, y arrancamos de nuevo motor. La bahía está lisa como un espejo, y los pescadores se afanan para sacar alguna presa del fondo.
Cruzamos la bahía, y enfilamos la desembocadura del Júcar.
 El mar, como un plato, literalmente.
El Entre dos azules amarrado en Cullera. Abarloado en tercera fila...
A las once y media, en la reunión de patrones nos explican el recorrido costero para la clase Club; desde la boya de la torre del Marenyet, a lo largo de la costa hacia el sur unas tres millas; vuelta a la Penyeta del Moro, y ceñida de nuevo hasta la puerta, donde nosotros acabamos. La clase Regata debe volver a hacer la ceñida de tres millas y enfilar la puerta desde el sur. ¡Nos vamos de regata!

domingo, 1 de noviembre de 2015

Más colores...

El fin de semana que viene tenemos regata en Cullera, a ver si nos sale mejor que la última, pero sin entrenar, no sé...
El caso es que Santi se ha tirado toda la semana revisando cabuyería a bordo, que si cabos de respeto, que cómo están las drizas y las escotas... Aún hay cosas que preparar, pero el tiempo en otoño no suele acompañar.  El frío no es malo, pero la lluvia es molesta. Y si la acompañan unas olas de proporciones importantes, pues nada, plan B.
Hoy el mar no esta para muchos miramientos; olas de un par de metros, vientos fuertes de NE, un cielo que amenaza lluvia y aviso de temporal en la meteo... Hay veces en las que más vale una taza de chocolate calentito en el sofá de casa.
Los que me conocéis, sabéis que tengo otras aficiones, aparte de la vela (a veces diría yo que demasiadas...) Y una de las cosas que me gusta hacer es pintar. Pero la pintura a veces es engorrosa, y he pensado muchas veces cómo me las arreglaría yo para pintar a bordo de un velero de 34 pies, si no puedo embarcar un caballete ni un lienzo...
Cada vez pinto más acuarela por esa razón, tengo algunas obras en acrílico, y en pastel, pero la versatilidad y el colorido que dan las acuarelas en pequeños formatos es insuperable. Como muestra, una de las obras que he pintado este fin de semana: "El día de los muertos", Rotulador calibrado y acuarela en ficha de alto gramaje, 95mm x 65mm.
Estoy explorando aún las posibilidades de las tarjetas, he intentado el bodegón floral, en diferentes vertientes:
Rosas 1
Rosas 2
Espiga
...y el dibujo geométrico:
Sin título (evidentemente)
Y para que no me digáis si tenía excusa, así es como estaba el mar frente a La Malvarrosa, junto al espigón de la Marina Real Juan Carlos I...

domingo, 25 de octubre de 2015

¡A todo trapo!

Este fin de semana ha salido tristón. El sábado poco viento, y mar en calma que hubiera dado para hacer alguna maniobra a motor, y el domingo con ese xirimiri persistente que cala hasta los huesos, viento suave y poca ola. Podríamos haber salido, pero el día invita más a mantita y sofá.
Lo que hemos hecho es sacar -por fin- el spi del Entre dos azules.
Cuando compramos el barco, tenía montado sólo el génova (la vela de proa) enrollada en el stay. La mayor, nos la trajeron, junto con otros sacos que contenían -supuestamente-, un tormentín, una trinqueta y un spi.
En agosto ya comprobamos que la supuesta trinqueta no era tal cosa sino otro tormentín, los izamos en el puerto para ver qué cara tenían:
 Tormentín 1...
...y tormentín 2
Tienen los ollaos un poco oxidados, y habrá que dares un repaso, pero las velas están mas o menos bien. Nos quedaba por revisar el spi, que al ser una vela tan grande, necesitábamos un día de calma para que no se nos volara. Y el día llegó este sábado. Nublado pero aún seco, llevamos el saco del spi al pantalán y lo extendimos en el cemento:
A ver esto cómo va...
¡Hala, un paracaídas!
Pues sí que es grande, sí...
Revisamos toda la vela, que está un poco cochina, y algo mordisqueada en algunos sitios (tiene dos o tres agujeritos que parecen de ratón...). Lo más aparatoso que tiene es un zurcido horrible en el pujamen (la parte de abajo de la vela). Probablemente se rajó mucho alguna vez, y lo reparó alguien con una máquina de coser y poca gracia... Habrá que llevarla también al velero, a ver qué nos dicen.
Otra cosa curiosa, es que tiene las medidas ORC marcadas, en su día esta vela compitió en regatas serias...
Las medidas fueron tomadas en Mayo del 2002, su número de vela es el ESP1458, y las medidas que se reflejan son la longitud del grátil-baluma (de arriba a abajo) SL:13,30m; la longitud del pujamen (a lo ancho, abajo) SF:7,34m; La anchura máxima de la vela SMW:7,82m; y la anchura del punto más alto: HBS:0
Pero la izamos al palo, claro que sí:
¿A que queda aparente?

domingo, 18 de octubre de 2015

Excursion a Benissa

Como  todo no es barquito en esta vida, este sábado hemos ido de excursión por la costa de Benissa, desde Moraira hasta Calpe. La entrada de hoy va a ser fotográfica...
El sol trata de abrirse paso entre la niebla matutina...
 Tempranito por la mañana, cogemos un autobús que nos lleva hasta un tramo de pinares, que constituye la costa de Benissa. Como muchas poblaciones del litoral mediterráneo, su núcleo urbano está alejado del mar, para protegerse de los ataques de los piratas berberiscos.
En una pinada sombría, comienza el camino ecológico que une Benissa con Calpe.
El caminito está marcado con carteles que destacan la riqueza ecológica de la zona.
Esta senda arranca en la cala del Baladrar, y va recorriendo la línea de la costa, pasando por las diferentes calitas que forman este escarpado litoral; la Goleta, la Cala del Advocat, la Cala Llobella, la Cala Fustera, y la Cala dels Pinets.
Al fondo se ve aún el término municipal de Moraira.
El Peñón de Ifach, desde su cara norte.
El sendero, a la orilla del mar. En esta zona, las playas son de cantos rodados.
La costa ofrece curiosos refugios, como estas piscinas naturales en plena roca.
Entre la cala de la Fustera y Els Pinets, nos encontramos con una exposición de arte al aire libre.
La Cala de La Fustera se llama así porque, debido a la orografía y las corrientes, toda la madera de los naufragios (madera; fusta en valenciano) acababa aquí. Y es la única playa de arena de la zona; arena que han traído aquí en camiones, y que se aguanta porque las corrientes no la arrastran fuera debido a un arrecife natural sumergido frente a la cala.
Finalmente, llegamos al pequeño embarcadero de Les Bassetes, con un minúsculo abrigo para una pequeña flota de barcos, un bar y un club de buceo; la costa merece la pena tanto por encima como por debajo del nivel del mar...
El Club Náutico de Les Bassetes.
De ahí fuimos a comer al puerto de Calpe, con su variada oferta de pescado y marisco fresco, y por la tarde, visitamos el casco antiguo de Benissa, repleto de historia.
 Aparte de pasear por el casco antiguo, que tiene muchísimo encanto, tuvimos la suerte de poder visitar una de las casas solariegas del pueblo; la casa de los Cabrera-Abargues. (Los dos calcetines del escudo son en realidad dos abarcas).
 El salón de la planta baja, con una lámpara de dudoso gusto...
 La despensa.
 Una alacena de la cocina.
 El salón azul, donde se hacían los negocios...
Todo el mobiliario es original y está catalogado.
Podéis ver más fotos e información en la Fundación Caixa Carlet, y en su página de Facebook.