jueves, 14 de noviembre de 2013

Caracoleando...

En mis viajes he podido comparar diferentes culturas, no todas tan lejanas, y esto suena más exótico de lo que es en realidad.

Pongamos por ejemplo un supermercado. Pasillos y pasillos repletos de productos, que con la globalización, son cada vez más parecidos. No está ahí la diferencia.

Las verduras, las conservas, los productos precocinados, los congelados... Poco a poco nos acercamos a la fila de cajas. También iguales en todas partes. Cinta transportadora, productos amontonados, sonrisa de la cajera (o cajero, también da igual). Y aquí comienzan las diferencias.

En Madrid yo me desesperaba, no era capaz de seguir el ritmo endemoniado con que la cajera de turno amontonaba mi compra al final de la cinta, a veces sobre la compra del cliente anterior, y siempre bajo la compra del siguiente. Pago con tarjeta, porque es más rápido, (¡espere un poco que guardo la cartera en el bolso...!) y hala, a embolsar como una loca, que el siguiente aluvión de compras ya está allí... Ni que decir tiene que salía del supermercado sin aliento, despeinada y estresada.

Fue un alivio al llegar a Valencia, el agobio de la gran ciudad atrás, las compras eran más calmadas. Daba tiempo a cotillear con la cajera, no era necesario despachar diez clientes por minuto.

Ahora en Toulose, no os podeis imaginar, lo de las cajas en este país es alucinante. Da igual dónde te pongas, que vas a tardar un montón. Aprendes a evitar las horas de más afluencia, porque no se van a apresurar por que haya más gente. Abren todas las cajas, y ya está. Y que todo siga su ritmo. Y si a la señora de delante le da por pagar con cheque, pues a esperar un ratito más, que hay que tomar los datos del pagador a mano en el dorso del cheque... Los cajeros de supermercado parecen escribanos.

Y cuando te toca a tí, poquito a poquito, sin estresarse. Hasta a mí, que soy un pato, me da tiempo a embolsar la compra, pagar y guardar la cartera tranquilamente.

Esta semana de vacaciones, mi primera visita a un supermercado en Valencia me ha confirmado que yo soy del género tranquilo... así, un poco caracol...

Caracol contemplando los tejados valencianos desde las Torres de Quart.

1 comentario:

  1. Realmente curioso... Para que nos vendan productividad. La clave es trabajar mejor, no más deprisa y sobre todo, pagando menos sueldos a cuentistas.

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