viernes, 17 de junio de 2011

¡Transporte incidentado!

Esta semana algunos afortunados han disfrutado de la regata Ruta del Gramantol, y a estas horas están preparándose para acudir a la cena de entrega de premios, consistente (cómo no!) de un arroz con Bogavante (que es la traducción de Gramantol, para los no iniciados en esta lengua levantina...)
Yo no he podido este año, compromisos laborales, pero me he desquitado trasladando el Pirata a Cullera este miércoles, y mañana vuelo a Ibiza, para hacer el viaje de vuelta con el equipo.
Otro medio de transporte... ¿por qué no?
El traslado de Valencia a Cullera, no estuvo falto de emociones, lo que nos enseña que en el mar debemos estar siempre preparados para cualquier contingencia, y que nunca es demasiado exagerado tomar precauciones.
El Pirata estaba recén lavadito, para arrasar en la regata, que el verdín en el casco no ayuda a la hidrodinámica... así que el miércoles a las seis de la tarde, nos juntamos un grupito de gente del club para llevarlo al puerto de salida de la regata: Cullera. Un viaje de tres horitas, por la costa que conocemos ya tan bien.
El Jefe estaba contento, haciendo bromas sobre descargar el barco de peso, que hiciéramos el viaje hasta Cullera a motor, para llevar menos combustible en la regata... en fin, ni Fernando Alonso recibe más indicaciones...
El caso es que salimos cerca de las siete, una tripulación de seis personas, rumbo a Cullera. En el mar nos esperaba la incómoda ola del mediterráneo, corta y puñetera, y un viento morral que nos obligaría a ceñir como locos.
A la porra. Seguimos las indicaciones del Jefe, y con la mayor izada, para apoyarnos, motor y p'alante.
 
De pronto, Jose baja a ponerse el polar, que el viento en contra da frío, y me llama: Tenemos la sentina llena de agua. ¡Horror!
Hay tanta, que con la escora y los pantocazos, hace olas por encima de la tarima de madera. Cuando bajé, olía muy mal, así que me dije: tenemos una fuga, del peor sitio, pero no grave. Bomba de achique, y a tranquilizar al personal. Pedí que me adrizaran el barco, para poder juntar el agua en el centro, pero contra los pantocazos de las olas, poco se podía hacer.
Vaciamos el baño, cerramos los grifos de fondo, y nos pusimos a achicar con cubos.
Llamé al jefe, para informarle, por si quería empezar a mirar catálogos de barcos, y seguimos trabajando en el achique. El filtro de la bomba se embozaba continuamente, (la sentina de un barco es un sumidero de porquería, pelusas, virutas de todas clases, y más cosas que no quiero ni pensar), y allí estuvimos, más de media hora achicando agua, con todo el suelo del barco levantado, sudando como pollos, y el caña sudando más, procurando no sacudirnos con cada ola.
Finalmente, tuve que tomar la decisión. Había dejado de oler a WC, y el agua estaba demasiado limpia... había que averiguar de dónde provenía tanta humedad. El método más rápido es probándola. Si sabe a mi**da, mala suerte. Si sabe salada, peor aún.
Trrrrrrrrr ¡chinnnn! Salada. Mi**da.
Así que fuí a ver a nuestra primera sospechosa: la corredera.
Este es un aparatito que mide la velocidad del barco, atraviesa el casco en su parte más baja, y tiene una ruedecita de paletas que gira con el flujo del agua bajo el casco. Por lo que, en caso de vía, tiene bastantes papeletas de ser la causante.
Ya había visto moverse el agua alrededor de la rosca al principio de la crisis, pero como estaba todo inundado, era imposible averiguar nada. Cuando vaciamos la sentina sí que ví que entraba una pequeñísima cantidad de agua. Tan pequeña, que con sólo apretar la cabeza del sensor hacia abajo, se paraba, pero que probablemente había estado embarcando agua toda la noche, y con los pantocazos del viaje se había animado.
En fin, con la vía controlada y la sentina casi vacía, llegamos a Cullera pasadas las diez de la noche. Llamamos a todo el mundo para tranquilizarlos, de momento no vamos a renovar la flota del Club de Regatas Llevant Blau. Eso sí, desmonté la corredera y puse el tapón, porque, para las lecturas que daba, habitualmente 0,0 ¿'pa qué la quiero?.
Allí en Cullera estaba Anna, con su flamante barco, preparada para comenzar su viaje por el Mediterráneo tras esta regata. ¿queréis conocerla? Está aquí.
Y ya os contaré más aventuras (espero que menos emocionantes...) cuando vuelva de Ibiza.

4 comentarios:

  1. Macarenaaaa!!! eso no se cuenta!!! (lo de probar el agua) si hubiera sabido a otra cosa??? te hubieras jugado una triquinosis aguda!!!! Y teniendo a Santi al lado para darle de probar a Él!!!

    Eres tremenda...!!

    ResponderEliminar
  2. Hombre... si hubiera sabido a otra cosa sí que no lo cuento en el blog... ¿dónde voy a encontrar una foto con más cara de asco aún?
    Y no se vayan todavía, que aún hay más... como avance diré que hubo otra captura en el Club del Curricán Llevant Blau... Los detalles, próximamente, en este su blog favorito.
    Jejeje...

    ResponderEliminar
  3. Beber agua de sentina... ¡Eso es desesperación y no otra cosa! ¿No bastaba con olerla? El relato me ha recordado los tiempos épicos de rutas por Teruel con mi Lada Niva y su recalcitrante tendencia a averiarse.
    Sólo que el Niva no se hundía sin remedio por eso conmigo dentro, claro :-D

    ResponderEliminar
  4. Para los no iniciados: la sal no huele, hay que probarla. Y no se trata de una cata ni de beber (puaj, qué asco...), con chuparte el dedo vale (lo mínimo imprescindible, y ya)
    Es la típica historia de las fugas en la sentina, si el agua es dulce, se te ha escapado de los depósitos, y no es preocupante, es agua que ya estaba antes dentro del barco, y que ahora está desparramada por ahí. Un asco, pero no te hundes.
    Pero si es salada, viene de fuera... Problema gordo.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.