miércoles, 7 de octubre de 2015

Emociones, parte II

Ya habíamos conseguido salir de la encalmada en la que nos dejó la avería del motor, junto al faro de Cullera. Ahora sólo nos quedan unas quince millas hasta la bocana del puerto de Valencia, y una previsión de viento flojo, que, de momento se va cumpliendo.
Afortunadamente, el viento es de través, cómodo para navegar, pero el viento es taaaan leve, que el génova se hincha como con desgana...
El primer tramo del viaje de vuelta, lo hacemos con el viento de tierra que iba a soplar por la mañana, rolando ligeramente al sur. Como el viento en popa no suele ser precisamente cómodo en los barcos con aparejo Sloop, negociamos el rumbo para que el viento nos entre por la aleta de babor (atrás, a la izquierda). Intentamos poner unas orejas de burro, pero con tan poca presión de viento, el génova enorme que lleva el Entre dos azules no termina de desplegarse como toca...
¡Ábrete Sésamo! Nada, que le cuesta... No podemos navegar con este viento en popa.
El viento predominante en la costa Valenciana, es el Garbí, un viento térmico que se forma al calentar el sol; la tierra se calienta más rápidamente que el mar; el aire caliente sube, dejando sitio libre que se llena con aire del mar. Debido a la configuración de la costa, es un viento del este, con componente sur, y va siguiendo el recorrido del sol. (La denominación del viento es muy local, y depende de muchos factores, entre ellos la orografía de la costa; no me vengáis con que en vuestro pueblo el Garbí sopla del oeste; ya lo sé, y puede ser).
El viento que tenemos para navegar es un viento del suroeste, que se mantiene ligeramente estable mientras no caliente el sol; mientras no arranque el Garbí.
Avanzamos durante unas tres horas, hasta que el viento, rolón e inestable, vuelve a caer del todo. La bruma se ha disipado, luce el sol y las corrientes térmicas pugnan por dominar la costa. Pero mientras el Garbí no se establece, otra vez calma chicha.
Frente al parque natural de El Saler, a las cuatro de la tarde.
Me bajo a la cabina, voy a ver qué pasa con el motor. Santi no quiere ni oír hablar de eso, le ha cogido manía al pobre, pero a mí me puede la parte mecánica, y quiero saber si se ha roto un poco sólo o si se ha muerto del todo...
Además, si probamos a arrancarlo, y funciona, puede que tengamos un plan "C".
Si no funciona, ya sabemos que dependemos exclusivamente de que alguien nos de remolque, si no sube el viento.
El tapón del vaso de expansión había saltado, aunque Santi lo había recuperado. El agua de refrigeración está muy sucia, y ha pringado todo el compartimento del motor. Coloco el tapón en su sitio, y hago una inspección visual de todo el motor. Parece que nada más se haya dañado, no hay fugas de aceite, y no se aprecia nada inusual en las juntas. Como apagamos el motor a tiempo, no tiene por qué haber pasado nada grave.
Conecto la batería de arranque, cruzo los dedos, y giro la llave. ¡Brrruuummm! ¡Arrancó!
Acelero un poquito; 1500 vueltas, velocidad; no llega a tres nudos. Temperatura, 80 grados y subiendo. En tres minutos sube a noventa, y no para... Lo apago de nuevo. La prueba ha salido bien, el motor funciona, arranca a la primera, sólo que no se refrigera. Tendremos que entrar a puerto a vela (si al viento le da la gana...) y, posiblemente, no tengamos que pedir remolque; calculo que tenemos motor para cinco minutos.
Nuestros compañeros del Llevant Blau han salido de Cullera, después de ganar la regata, y vienen también a puerto, nos mantenemos en contacto por si nos tienen que remolcar por la bocana.
A las cinco, el viento sur arranca alegre, empujado por los efectos térmicos del sol; tenemos casi diez nuditos de viento, que nos empujan justo por la popa, hacia la bocana del puerto de Valencia.
Otra vez a orejas de burro. Aprovechamos para merendar, ¿una manzanita?
El viento esta vez es algo más fuerte, y empuja las velas con ganas; es fácil mantener las orejas de burro (eso, y que le hemos puesto una retenida a la botavara). Como la presión del viento es suficiente para que el génova se hinche, el barco va perfectamente equilibrado con el viento en popa, y el patrón puede llevar el timón la mar de relajado.
Aquí se patronea con los pies...
El viento va subiendo y nos lleva raudos como flechas a través de la zona de fondeo de los mercantes. Llegamos a navegar a casi cinco nudos; no sólo vamos a entrar a vela al puerto, sino que vamos a tener que recoger trapo, ¡si no queremos que nos multen por exceso de velocidad!
El fondeo de los cargueros, frente a la bocana del puerto. Nos quedan un par de millas a casa.
El viento esta vez es constante y firme, no vamos a tener dificultades en entrar al puerto aunque está anocheciendo, vamos a llegar justitos (de noche, el viento térmico se suele parar...). Me pongo yo a la caña y Santi a la maniobra. Aclaramos todos los cabos, bajamos las defensas, sacamos la radio portátil, y enfilamos la bocana.
El peor momento para quedarse al garete es en la bocana de un puerto, porque, aunque estás a punto de llegar al refugio, suele ser una zona protegida de vientos, y rodeada de piedras; las escolleras.
Afortunadamente, las condiciones que nos encontramos son buenas, el viento sigue soplando bastante, y en la dársena exterior del puerto se puede navegar a vela.
Arriamos la mayor en cuanto entramos al puerto, y reducimos el génova un poco, enrollándolo. Una vez dentro del puerto, tenemos muchas oportunidades de amarrarnos, en cualquier amarre que nos venga bien podemos acercar el barco y atracar, para pedir remolque con tranquilidad. Pero nosotros contamos con nuestro plan "C", que es arrancar el motor para hacer los últimos metros hasta nuestro propio amarre.
A vela llegamos hasta la gasolinera, y desde ahí a nuestro amarre, es contra el viento, con lo que navegar dentro del puerto se nos hace más difícil. Santi arranca el motor, y me dice ¡Todo tuyo! Acelero un poquito, y llevo el Entre dos azules hasta su amarre en menos de cinco minutos. Nada de maniobras, atraque en punta, y el tramo final con el impulso. En cuanto Santi salta a tierra y me hace firme una amarra, apago el motor. ¡Prueba superada!
El Entre dos azules de nuevo en casa.
Amarrar el resto de cabos, a proa y a popa, para asegurar el barco, adujar y estibar todo a bordo para dejar el barco bonito, y bajar a tierra para tomarnos un Gin-Tonic en el Rincón del Marinero. Son las ocho y cuarto de la tarde; hemos pasado doce horas en el mar para recorrer quince millas de ida y quince de vuelta, y hemos aprendido un montón de cosas nuevas.
La invención es hija de la necesidad, dicen, y es cierto. En cuanto necesitas hacer algo, se te ocurre cómo, en cualquier situación.
Y de nuevo, el barquito decide cuál va a ser la próxima reparación: Sistema de refrigeración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.